Mitos sobre seguros de vida

Los principales mitos sobre los seguros de vida

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Hacer planes a muy largo plazo no parece ser algo común entre los menores de 25 años. Tal vez por este motivo la contratación de los seguros de vida no es algo habitual hasta edades más avanzadas. Sin embargo, cuanto antes te plantees esta posibilidad, mayores serán las ventajas de las que disfrutes.  

El principal enemigo de los seguros de vida es la falta de información y los falsos mitos. Pero proteger la seguridad personal y la de toda la familia es algo demasiado serio como para no tomarse unos minutos en analizar sus ventajas y desterrar ideas erróneas al respecto.  

Verdades y mentiras sobre los seguros de vida 

El principal objetivo de un seguro de vida es garantizar tu estabilidad económica y la de los tuyos en caso de fallecimiento o accidente. Partiendo de esta verdad irrebatible, es posible desmontar los tres mitos más comunes en relación con la contratación de este tipo de pólizas.  

  • Joven, soltero y sin hijos. ¿Para qué necesito un seguro de vida? 

Tus circunstancias actuales pueden cambiar, sobre todo si aún eres joven. Además, la edad no implica que estés al margen de sufrir un percance que te cambie la vida. Este tipo de seguros cubrirá importantes contingencias en caso de invalidez, enfermedad grave o fallecimiento.  

  • El precio de la prima es demasiado elevado 

Cuanto más tardes en contratar un seguro de vida, mayor será la cantidad que tengas que pagar. Con todo, el precio de una póliza de vida no solo depende de la edad sino de otras variables: prestaciones contratadas, estado de salud, profesión, cantidad del capital asegurado… Las condiciones son muy flexibles y podrás adaptarlas a tus necesidades.  

  • Solo merece la pena si tienes préstamos o hipotecas 

Es cierto que un seguro de vida resulta especialmente útil en estas circunstancias, ya que protegen a la familia del tomador frente a eventuales deudas si este fallece. Sin embargo, un seguro de vida también ofrece coberturas más allá de la invalidez o el fallecimiento, como la asistencia médica y legal en determinadas circunstancias, el asesoramiento psicológico o el anticipo de dinero cuando se produce una enfermedad grave.  

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