La pandemia de la COVID-19 ha acelerado algunos procesos que comenzaban a asomar la cabeza, pero que no se habían implantado de manera generalizada. En esta nómina se incluye el teletrabajo, las reuniones y conferencias telemáticas, pero también la telemedicina.
Hasta hace unos meses resultaba impensable que un médico pudiera pasar consulta sin tener delante a su paciente. Sin embargo, la saturación de muchos centros hospitalarios, el miedo al contagio y las dificultades de movilidad por las restricciones que se aplican, ha hecho que la telemedicina gane fuerza como una alternativa útil en determinados casos. A todo esto se le une que los ciudadanos tienen mayor preocupación por su salud y necesitan respuestas inmediatas y claras ante determinados escenarios.
Según un estudio elaborado por la Asociación Médica Americana, un 75 por ciento de las visitas que se realizan al médico de atención primaria o a los servicios de urgencias “podrían ser manejadas por teléfono o videoconferencia”. Un dato muy revelador que indica la utilidad de un servicio que ya han comenzado a ofrecer numerosos seguros de salud.
Así funciona la telemedicina
Partiendo de la premisa de que muchas patologías requieren consultas presenciales, la telemedicina se abre paso como una opción muy útil en otros muchos escenarios. Una de sus principales ventajas es que se acelera el proceso de atención médica que en algunos casos se demora en exceso. Al mismo tiempo existe la oportunidad de tener acceso a mejores profesionales especialmente en zonas rurales.
En la actualidad existen tres tipos de telemedicina. Por un lado está la monitorización de los pacientes a distancia. Con esta fórmula, los facultativos pueden controlar a personas con enfermedades crónicas de forma telemática. Gracias al uso de diferentes dispositivos, el médico recopila datos como, por ejemplo, el nivel de azúcar en sangre de un diabético o la presión arterial de una persona con problemas cardiovasculares. De esta forma puede ajustar el tratamiento sin obligar al paciente a realizar un desplazamiento innecesario.
La tecnología de almacenamiento y envío es el tipo de telemedicina más extendida y que se viene aplicando de manera generalizada desde hace tiempo. Consiste en enviar datos clínicos como unas radiografías desde el lugar donde se toman hasta el centro especializado para su interpretación de manera inmediata.
Por último se encuentra la telemedicina interactiva que consiste en una videoconferencia entre médico y paciente con las mismas características de una consulta clásica, pero a distancia.